martes, 2 de mayo de 2006

Memorias de la Mosha: Capítulo 7

La Venganza de la Mosha

No me tuvieron que decir dos veces que me vengara de Madame Pimienta. La señora de las especias era sencillamente una explotadora sexual y abusaba de todos los empleados y empleadas que tenía a su cargo. Si se cobraban 300 pesos por un servicio, la mitad iba a parar a las vitrinas de Zara que aquella solía frecuentar cada fin de semana... Había que trabajar mucho para comprarte una ropita mientras que esa zorra se paseaba por la Gran Plaza dándose vida de Reyna.

Pasó Navidad, Año Nuevo y con las fiestas un montón de trabajo pues la derrama de los aguinaldos siempre ha sido importante para nosotros los travestis de la vida galante. Pero para Febrero llegarían las fiestas Carnestolendas cargadas de destrampe justo a tiempo para el cumpleaños de Madame Pimienta; justo en la fecha adecuada para mi venganza... su muerte tenía que estar de acuerdo con el horroroso fin de Hatsumamá.

Aun llevo en la mente aquel Martes de Carnaval. Recuerdo que Madame Pimienta había regresado de la Batalla de Flores con su ropa hecha jirones y con huevos en la cara... y lejos de preocuparse por las condiciones su rostro y retocarse el maquillaje; se miraba consternada ante el espejo mientras murmuraba "chin, voy a tener que ir a Bershka y Sears el fin de semana por que se me rompió mi conjuntito favorito... Ah, Mosha, pasa, pasa, no te había visto... mira que me hicieron esos desgraciados huiros en el desfile, estoy encabronada...". Entré a la habitación cargando una caja envuelta con lazos multicolores y tonos tremendamente homosexuales, así como nos gustaba "que onda zorrísima?, solo vine a desearte muchas felicidades por tu cumpleaños" le dije mientras le daba un abrazo y hacía entrega de su presente "ay muchas gracias Moshita, que linda está la cajita, aaaay que primoroso lazo! no te hubieras molestado"... deshizo los moños y cinta scotch que tan cariñosamente había usado para envolverlo y sacó de la caja una botella de Johnny Walker Etiqueta Negra... su trago favorito pues no le daba cruda a la mañana siguiente y además por que después de bebersela, le gustaba envolver un dildo con la etiqueta y darse placer hasta que se deshiciera el papelito.

Salí de la habitación con una sonrisa macabra en la cara mientras escuché el peculiar golpeteo que hacen los cubos de hielo al estrellarse con un vaso jaibolero... Fue doble mi desprecio y mi sed de sangre pues la muy perra, egoista como siempre, ni siquiera me había ofrecido que me tomara una copa; pero no importaba, muy pronto se consumaría mi venganza.

Al día siguiente no desperté sino hasta tarde pues la cruda era terrible. Gritos, llanto y una horrible conmoción me sacaron de la pesadumbrez de mi sueño y no pude evitar tomarme algunas aspirinas con Coca-Cola para evitar que la cabeza me fuera a estallar. De un salto bajé de mi hamaca y corrí bajando las escaleras hasta las oficinas de Madame Pimienta donde la escena me sorprendió; aquello parecía salido de alguna escena de CSI versión Yuca estelarizando a los paramédicos de la Cruz Roja y personal de la S.P.V. "que pasó, que pasó, que pasó?" le pregunté haciéndome tonto al almacenista de la Casa-Escuela pues el era uno de los mejores "amigos" de la Pimienta "se nos fue, se murió, nos dejó!!!... snif, snif" dijo sollozando consternado mientras sus lágrimas ahogaban sus berridos de dolor. Una marabunta de reporteros repartía flashazos a diestra y siniestra y se sentía un escandaloso olor a podrido... un camillero salió cargando una bolsa de la que escurría un hilillo de sangre y la subió al camión de la Morgue llevándosela para una autopsia. "que pasó, que pasó, que pasó?" pregunté como desesperado aunque me imaginaba muy bien lo que había pasado.

Una noche antes; inteligente, astuta y zorra como soy; había recurrido a los servicios de un viejo amigo con quien antes había compartido múltiples aventuras en mis épocas con Mamaesta. El, dentro de sus múltiples chambas, oficios y ocupaciones, había sido Barman y poseía los conocimientos tecnológicos necesarios para adulterar cualquier bebida sin que nadie lo notase. Esa noche de lunes Regional lo intercepté mientras desfilaba con una comparsa de mestizos bailando Jarana y me lo llevé a lo oscurito donde, al compás de "las mujeres que se pintan" me informó que lo que quería hacer era muy peligroso pues combinar esa madre y en la proporción que quería con trago podía volver loca incluso a la perra más perra que pudiese existir... Y eso era precisamente lo que quería: una solución de Yombina al 20 % en Johnny Walker y voilá!... el efecto sin duda alguna sería dantesco.

Y vaya que lo fue; la Pimienta se había empinado toda la botella aquella misma noche triste de Martes por si sola en honor de su cumpleaños y no hizo falta más. El efecto del narcótico combinado con las quien sabe cuantas caguamas que había bebido en Paseo de Montejo, fue suficiente para animarla a sacar del closet la joya de la corona de todos sus juguetes sexuales: un dildo vibrador con centro de latex impulsado por aire comprimido... nada más que como había quedado muy cachonda por el efecto de la droga, se le pasó la mano ajustando la presión del compresor y ocasionó que su juguetito le hiciera una mortal implosión intra-piernosa. Se rumoró entre los reporteros del Por Esto que habían encontrado pedazos de hule flexible incrustados en la dentadura que desprendieron de una de las paredes y que solamente habían podido reconocer que era ella por la inconfundible mirada de placer mezclada con un horroroso rictus de dolor que seguramente sintió cuando le estalló el vibrador en lo más profundo de su ser.

Los funerales de Madame Pimienta fueron de película... Toda la sociedad perruna de Mérida en la zona Itzaes, ADO, Tixkokob y bajo mundo de los prostíbulos fueron a dar el último adiós a la lenona de Cordemex, madrota de los indecisos y justiciera de los modistos. Un sensacional cortejo fúnebre comandado por el almacenista del CNCI cargaba el féretro de la Pimienta. No les pude tomar una foto en ese momento pues se me caía la baba al ver a semejante colección de especímenes. Ya después me enteré de que eran nada más algunos de sus maridos favoritos quienes cargaban lo poco que quedó de doña Pepper; pero días después logré rescatar una de las tantas fotografías de hombres que tenía colgadas en su despacho aunque más bien, una de las que no se habían salpicado con la pestilente mezcla de sangre, whisky y cerveza.



Al día siguiente del funeral, se presentó un notario en el CNCI para dar lectura al testamento de Madame Pimienta. No pude contener el asombro al resultar entre los invitados para dar fé de los últimos designios de la Pimienta. Ahí estábamos reunidos yo; uno de sus más brillantes discípulos (si no el que más) en las artes del amor y el sadomasoquismo; el almacenista de la Casa-Escuela quien era el que re-surtía las habitaciones con jaboncitos y sobrecitos de shampoo después de cada servicio que prestábamos y una bola de sujetos que en la vida había visto; aunque algunos pertenecían al equipo de Volleyball que doña Pepper patrocinaba como estrategia de lavado de dinero ya que, aunque había prácticas todos los días, solamente se presentaba a utilizar los postes de las redes para bailarles y lograr que no entrenaran ni madre.

"Muy buenos días" dijo con tono serio y funesto... por más que le hacía ojitos no pude arrancarle ninguna sonrisa al desgraciado. "Nos encontramos aquí reunidos para dar lectura fiel al testamento de Rafaela del Pueblo alias "Alta Inquisidora de Zara", "matriarca de los Travestis", "Lenona de Cordemex", "Madrota de los Indecisos", "Justiciera de los Modistos", "Doña Pepper", "Madame Pimienta" y demás nombres vulgares por los que solían conocerla en el ambiente gay de la ciudad de Mérida. "Siendo las 12 horas del 1 de Enero de 2004 se presentó ante mi la hoy occisa... o occiso aunque bueno, no se sabía de que sexo era, pero bien... se presentó ante mi y me dejó expresa su voluntad que habrá de cumplirse de la siguiente manera:"

"A mis maridos de la prepa y equipo de Volleyball Sables de la FIQ..." dijo el notario mientras escuché a toda la bola de desconocidos sollozar en un rincón "les quiero dejar los fondos totales de mi cuenta de cheques personales en Banjército para que nunca se queden desamparados y siempre digan que di mi tanda". Aparentemente, a Pimienta también le gustaba que la atendieran los soldados pues nadie se paraba de por si en ese banco.

"A mi adorado almacenista, le dejo mi casita en Cordemex y mis automóviles para que viva en compañía de mis recuerdos. Es también mi voluntad que mi cuerpo sea incinerado para que con mis cenizas construyan un consolador masculino y le sea entregado para que siempre me lleve con el a donde vaya. Ojalá y cuando menos así, podamos hacer realidad el sueño de formar una familia y vivir en paz y armonía lejos de tanta vulgaridad".

"Y a mi alumna predilecta, la Mosha, le quiero dejar todo el resto de mis posesiones incluyendo mi guardaropa, cuentas bancarias, casas de masaje clandestinas y agenda con clientes frecuentes para que siga logrando el crecimiento de nuestro imperio de prostíbulos en la Ciudad de Mérida y puerto de Tixkokob".

"Fue así la voluntad de la difunta... o difunto... o sea lo que sea que haya sido, pero en fin; señora Mosha? Aquí tiene las llaves de la casa y los códigos de las cuentas bancarias y estados financieros de Doña Pimienta, firme por aquí, gracias con permiso" dijo el notario mientras guardaba sus documentos en su maletín y se retiraba del despacho de la Pimienta.

Simplemente no lo podía creer!. No solo había logrado deshacerme de la infame Pimienta y consumar la venganza de Hatsumamá, sino que había conseguido quedarme con todo su imperio gracias a que en la fiesta de Año Nuevo nos habíamos dado un revolcón de proporciones épicas... me pregunto si por eso me habrá convertido en su heredera principal... nunca lo supe o más bien, nunca lo sabré. Pero ahora era la dueña de todo eso y no me quedó de otra más que apropiarme del guardarropa y de hacerme cargo de la operación de todos los negocios. Finalmente ocupaba el trono que sabía algún día me pertenecería desde mis inicios en el bajo mundo.

Me encontré completamente en mi lodo; los modelitos de la Pimienta me quedaban un poco largos por lo que tuve que recurrir a Alexander, mi modisto gay de confianza, para que me hiciera algunos ajustes en la ropa tan bonita que había heredado. ¿Y su despacho? mandé quitar de inmediato el mal olor con un chingo de cloro y con cuatro capas de pintura vinílica para que las manchas de su asquerosa sangre desaparecieran. No pude quitar el tubo pues recorría hasta el tercer piso en donde funcionaba un antro de mala muerte; pero puse cerca de el la más impresionante de las barras que hayan visto. Tenía absolutamente todos las cervezas habidas y por haber, y mi amigo el Barman, orgulloso de su obra, servía como empleado ocasional en las fiestas que organizaba cada sábado. La bebida se volvió el único vicio que me aquejaba pero, ¿que le podía hacer si me encantaba el trago y la cerveza?.

Sus cuentas de banco no eran impresionantemente grandes como para darme una gran vida de divo, pero gracias a que no soy tan bruto como parezco, logré juntar suficientes centavitos y escaparme a Australia en un viaje de una semana donde reviví añejas aventuras al lado de aquel amante mío. Incluso, quise contactar a Mamaesta para hacerlo partícipe de toda la opulencia que ahora teníamos, pero me enteré que se había suicidado cuando supo que no había heredado nada de Pimienta y ni hablar, finalmente era yo la absoluta Reyna de la Noche y solo me preocuparía por hacer crecer el negocio.

Todo iba tan bien, incluso me encontraba embelesado con la reciente apertura del De Peso, un periódico amarillista y que dedicaba casi, casi una plana entera a los anuncios de mis múltiples casas de masaje pues antes, tenías que recurrir a clientes como Gollum que compartían contigo sus conocimientos acerca de lugares, precios y ubicaciones. Me compré una limosina negra en añoranza de aquella que me había subido al tren de la prostitución y me traje a vivir a la Casa-Escuela a Terry y Billy quienes se habían convertido en mis guardaespaldas personales... y muy personales por que ni cuando me acostaba en mi cama se separaban de mi. Como me iba a imaginar que las cosas cambiarían... quien iba a decir que las épocas de bonanza y vacas gordas terminarían de manera tan sorpresiva y cambiarían mi vida de nuevo para no estar más vinculada con el bajo mundo que hasta hoy me había dado de comer...

¿Que ocurrirá en el capítulo final? No se pierda las vicisitudes que persiguen a la Mosha cuando se vuelve víctima de los embates del Ayuntamiento viéndose obligada a refugiarse en el anonimato de la venta de celulares en Plaza Fiesta. No se pierda el dramático desenlace de su Sapo-Novela Memorias de la Mosha!

Pensando: Un saludo a la Pimienta con cariño... y agradecemos a todos los colaboradores anónimos por las ideas para este capítulo...
Escuchando: Bother; Corey Dilon

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