martes, 10 de enero de 2006

Jorgito E.R. (Parte I)

Y eso que me llamo George también... nomás no me apellido Clooney pero, aquí entre nos, que me dura aquel...

La anécdota de hoy nació por que se suponía debía donar sangre para una operación de mi Abuela Materna el día de mañana; pero como mi sangre está compuesta por un 50 % de Ron Bacardí Blanco, pos me regresaron a mi casa y ya no hubo necesidad de que me pincharan... con una aguja, no sean mal pensados. Sin embargo, nada me salvo de la cola de 45 minutos que hice en la sala de espera del banco de sangre del Hospital O'Horán de la Ciudad de Mérida... luego de ponerle un poquito de cerebro al asunto, intuí la razón por la cual todo mundo en la sala tenía cara de chinga tu madre: nadie había desayunado y todo mundo llevaba mínimo una hora esperando a que los picoteen... ¿como que no es un panorama muy agradable verdad?

Resulta pues entonces, que algún día hace ya muchos años me dije a mi mismo: "Mi mismo, yo creo que si alguna carrera está completamente alejada de tus posibilidades es la de Médico; le tienes terror a la sangre, el choch y la morcilla, y creo que le harías más bien a la humanidad si te alejaras de ejercer alguna profesión relativa a la salud". Y así fue, no me fuí a Biológicas en la Prepa por que para que quiero andar haciendo incisiones, cortes y recetando pastillas azules a viejos rabo verde? No manches, deja eso para los que tengan más estómago y a la fregada.

Pero la vida es femenina... y como mujer es cabrona... y si decide ponerte en el camino de algo que no te gusta, ahí va y te mete en cada predicamento. En otro más de esos mismos tiempos, me dedicaba a llevar a mis primitos a su entrenamiento de Beisbol en la Liga Yucatán por el Oriente de la Ciudad de Mérida (una liga de Beisbol Infantil semillero de futuros jugadores profesionales) todos los martes y los jueves debido a que mi tía, la Doctora, tenía trabajo por las tardes y no podía ocuparse de sus chilpayates. Por aquellas tardes aun existía dentro de mi el instinto paternal pues solamente pasaba unas cuantas horas con mis primitos de 9 y 10 años de edad, pero apenas llegaba a su casa ya andaba hasta la madre de ellos y se me curaban las ganas de tener hijos (de hecho, siguen curadas hasta hoy).

En una de muchas tardes de Beisbol Infantil, andábamos llegando al entrenamiento de uno de ellos cuando delante de nosotros venían caminando 2 señoras alegres y despreocupadas parloteando acerca de sepa la madre que chingadera, o sea, venían chismeando. Y no es decir que los hombres no seamos chismosos... sino que las comadres no tenían el más mínimo interés de preocuparse por donde estaban pasando ni mucho menos de en que parte de las canchas se encontraban. La regla No. 1 cuando uno ingresa a un campo de Beisbol es: ten cuidado con la pelota. Apenas andaba iniciando a mentarles la madre por lo lento que caminaban cuando un chamaco gritó a lo lejos "cuidado!!!" mientras mis primos y yo nos hicimos a un lado para que no nos cayera la pelota que había sido bateada de foul y que se depositó, como misil teledirigido, en la nariz de una de nuestras 2 alegres chismosas.

De inmediato pandió el cúnico. Su otra comadre no tenía ni la más remota idea de que hacer (vamos, venían chismeando) y la que recibió el pelotazo yacía en el suelo llorando desconsolada con la nariz probablemente rota y con sangre empezando a brotarle de esa misma.

Continuará...

Status: lo bueno es que vine un poquito tarde a la office, jiji.
Escuchando: All because of you; U2

No hay comentarios.: