jueves, 23 de febrero de 2006

Cuentos de Carnaval (parte 4)

Dicen que uno piensa mejor por las mañanas y conmigo es justamente así... después de trabajar 12 horas se me ocurre cada pendejada que mejor ni les cuento... El caso es que hasta ahorita no recuerdo muy bien cuando fue que iniciamos la ventura pues, si no me equivoco, nos habíamos dedicado el viernes y sábado de Carnaval a la compra de la materia prima y demás cosas que se nos pudieran haber ocurrido para nuestro puesto de tacos. Hasta quesillo para hacer unas tortugas mega especiales... una vez teniendo la carnita, los utensilios de cocina y la disposición de los dos futuros mega-millonarios magnates de la industria alimentaria, procedimos a instalarnos en el majestuoso Paseo de Montejo si no me equivoco el domingo muy temprano por la mañana.

Justo ahí comienzan los problemas. El Anciano llegó tardísimo con el tanque de gas y yo andaba como novia de pueblo desesperado pues todavía tenía que ir a comprar la tortilla y el pan frances a Chedraui antes de que a la policía se le ocurriera cerrar el tráfico en las calles aledañas al Paseo. Ah por que estos hijos de su pinky wonder nos cierran el tránsito automotriz un par de horas antes de cada desfile y como sabemos que no soy NADA desesperado... pos ahí andaba como loquito llamándole al muy pelaná al celular cada 5 minutos. El problema? se había emborrachado la noche anterior y andaba medio crudo.

Pero igualito que como en el chow-bisnes, a la hora de la hora todo sale bien y como por arte de magia la parrilla alegremente empezaba a chispear con el calor del gas y en compañía del inclemente sol podíamos dedicarnos a nuestro negocio.

Ahora, suceden dos cuestiones mientras estás en el desfile. Durante el mismo, la gente no tiene la menor intención de comer nada pues todos andan vivos en la jugada a ver si les regalan alguna chingaderita (encendedores, camisetas, gorras, etc) y morboseando a cuanta alegre edecan pase en frente de sus pupilas de por si ya muy dilatadas por tanta cerveza. Pero tan pronto como pasa la última comparsa o carro alegórico la gente se pone como loca. Empieza a buscar comer cualquier cosa que se le ponga en frente y como aquí su servilleta es bueno pa eso de la cocinada, pues la carnita olía asquerosamente deliciosa y nos pusimos a vender tortas y tacos al por mayor.

La demanda de alimento a las 2 de la tarde con el puto calor de Domingo de Carnaval era tal que el Abuelo y yo (aunque suena a novela) no tuvimos chance ni de respirar, en pocas palabras, no podíamos ni con nuestra alma y casi andábamos dando las naylon. Y luego pasan los amigos, familiares y demás que quieren les atiendan en chinga pero nomás no se puede. Hicimos un convenio con mi vecina del puesto de chescos y su muy sensual asistente nos cobraba el producto mientras nosotros despachábamos. Y como ya les conté que mi Madre es un amor, nos había preparado muy amablemente las salsas y el remojo de la carne por lo que aquello era de innegable calidad.

Pero gracias a Dios y para que no sufriéramos de una horrorosa deshidratación, al lado del puesto de refrescos había un puesto de cerveza (oh si!) y el Ancianito de todos los niños a cada ratito se iba por un par de latas de a litro (que rico) y con eso mitigábamos el calor que producía el asar carne y cortarla... yo pensaba que este cabrón andaba dando su tanda... pero cuan equivocado estaba...

Status: mae... ya quiero salir mañana a tomar 2... continuará aun!
Escuchando: When you're gone; The Cranberries

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