miércoles, 22 de febrero de 2006

Cuentos de Carnaval (parte 2)

Por espacio de unos 12 o 13 años el Carnaval fue un evento que me tenía completamente sin cuidado... o sea, me valía madre. Como les dije antes, aprovechaba que las escuelas cerraban y me quedaba en casa viendo por TV al montón de gente que suele asistir a los desfiles y demás. Las fiestas eran, como dice la Barbie, equis super equis (que mamila).

¿Pero que pasa cuando llegas a cierta edad y llegas a cierto punto en tu vida en donde te satisface ganarte unos cuantos pesos con el sudor de tu frente?. Cómo que le empiezas a encontrar otro punto de vista a las festividades y andas buscando algún pretexto que te permita ingresar algunos baros de más a tu bolsillo. Es por el año de mil novecientos noventa y sepa la madre que comienza a surgir el interés de asociarme con el Anciano. No recuerdo exactamente como fue, ni si había ingerido alguna sustancia prohibida, pero creo que en algún momento de receso de clases lo escuché platicando acerca de una posible oportunidad de empleo durante el Carnaval. Se trataba de manejar carritos de sonido y lo único que se requería era tener licencia de conducir y experiencia con equipos de reproducción de audio. Y voilá... le dí mis datos y así empezó nuestra asociación delictiva.

Resultó que en efecto, conseguí empleo para una empresa llamada JC Gamboa aquí en los Yucatanes y antes de cada uno de los paseos, solíamos hacer una fila enooorme por ahí antes de donde empiezan los desfiles a esperar nuestro turno para salir al mentado paseo. Aquello era de poca madre, en los nocturnos no había ningún pex por que ibas manejando bien tolete mientras conducías a la comparsa que iba detrás de ti. El pedo era en los lunes cuando te la pasabas escuchando Jarana por 2 horas consecutivas y repitiendo una y otra vez la misma canción.

Lo realmente espantoso era para los paseos de medio día en domingo y martes. Ahí te la pasabas a todo dar mientras hacías cola... te parabas a la sombrita de un arbol y procurabas mantener limpio tu carro. Había Chevys, Trackers y uno que otro añorado Jeep para que te vieras todavía más Juan Camaney tras el volante. A la hora cuchi cuchi, te ponían frente a una comparsa y a darle. No tengo que explicarles lo que se siente manejar a las 2 de la tarde bajo un sol quemante y una temperatura de alrededor de 40º C. La sed te asaltaba a cada rato, pero nunca faltaba un alma caritativa que te ofrecía una cerveza o mejor aun, llenabas un termo que iba de fiel compañero pero no llevaba agua sino hermoso fermentado de cebada. A la hora de ya habías ingerido demasiado líquido, empezabas a buscar como loco en donde wishar (orinar pues) y como ya casi acababa el derrotero del paseo, pues manejabas un poquito más rápido y arrastrabas a la comparsa contigo para que al llegar más o menos ahí por San Juan te bajaras a buscar lo antes posible el primer baño público o la primera calle solitaria donde pudieras descargar el tanto líquido vital... que bonito era...

Ganaba 150 pesos por paseo si no me equivoco... pero eso no era suficiente... había que buscar más y más dinero y se quedó en el aire la idea de algún día poner un puesto de venta de cerveza o de comida... eso si dejaría billetes...

Status: anoche me comí un pescadito deliciosos... ah! y continuará...
Escuchando: Hiereme; Verbena Popular (la del Tigre)

No hay comentarios.: